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Abandonada y pobre, como piltrafa humana 
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En las primeras horas de una mañana gris, 
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Una madre angustiada, de pena se moría 
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En una sala triste del hospital Muñiz. 

Era una pobre anciana vencida por la pena 
Tenía muy grande el alma, muy noble el corazón, 
Todo el amor de madre, tan puro y sacrosanto 
Le profesaba al hijo que estaba en la prisión. 

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Mas no tuvo la dicha de verlo siquiera 
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Pidió inútilmente el beso filial, 
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Y apretaba en sus manos la última carta 
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Del hijo que un día, murió en el penal. 

Animaba en su vida una dulce esperanza 
La esperanza bendita de poderlo abrazar, 
Al ser querido y bueno, que el destino maldito 
Lo arrancó para siempre del calor del hogar. 

Una mueca angustiada brotaba de sus labios 
Que besar no pudieron, a su hijo al morir, 
Si más bien parecía una sombra doliente 
Su pobre cuerpecito cansado de sufrir.